El problema de los modos
El modo, en su acepción más simple, es la organización jerárquica de todas las notas empleadas en el canto. En el siglo VI, se fijaron en ocho los modos gregorianos, o sea un total de cuatro escalas basadas respectivamente sobre los grados re (protus), mi (deuterus), fa (tritus), sol (tetrardus). Cada uno de ellos es susceptible de ser colocado en dos distribuciones llamadas el modo "auténtico" (del griego authenthès [dominante]) y "plagal" (plagios [oblicuo]).
Por muy árida que sea la realidad, hay que tenerla en cuenta para nuestra percepción de la música medieval y para entenderla en toda su complejidad. Sobre todo porque no es capaz de restituir los elementos esenciales de esta música: el ambitus (extensión entre la nota más alta y la nota más baja de una melodía), el ethos (forma de ser, de expresión particular de cada modo), el papel central del tenor, la organización de los grados esenciales alrededor de la final (estructura sonora del modo), etc.
La mano guidodiana fue un sistema mnemotécnico utilizado para ayudar a leer a primera vista. Algunas de las formas de este sistema pueden haber sido empleadas por Guido D'Arezzo, musicólogo medieval autor de varios tratados sobre teoría de la música.
protus auténtico RE mi fa sol la si do re
protus plagal la si do RE mi fa sol la
deuterus auténtico MI fa sol la si do re mi
deuterus plagal si do re MI fa sol la si
tritus auténtico FA sol la si do re mi fa
tritus plagal do re mi FA sol la si do
tetrardus auténtico SOL la si do re mi fa sol
tetrardus plagal re mi fa SOL la si do re
N.B. La nota final está indicada en mayúsculas y el tenor, en cursiva
Aunque no es obligatorio aprender este cuadro de modos, sí lo es saber que ejerce sus efectos sobre la tonalidad de los géneros medievales.
Para terminar, cabe señalar que una sección sobre "compositores y obras" no hubiese tenido ningún sentido en este apartado sobre monodia religiosa, ya que las obras son normalmente anónimas. Se recomienda a las personas interesadas en este tipo de música escuchar las grabaciones realizadas en la abadía de Solesmes, entre las que destaca el Graduale romanum (1974). En ellas descubrirá que la dureza teórica traiciona una sensibilidad musical sin parangón.
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